O cómo el curry podría empezar a cotizar más que el Wurst y el Sushi juntos.
Atención, atención, damas y caballeros de la economía global, porque la última predicción de los gurús con corbata nos ha dejado con el café a medio sorber y una sonrisa más torcida que la Torre de Pisa después de un terremoto. Resulta que, según las mentes preclaras, hay un nuevo sheriff en la ciudad. O más bien, un nuevo Maharajá en el palacio del Producto Interior Bruto. Y no, no es China, que ya nos la sabemos. ¡Es India!
Sí, amigos, la India. Esa nación que algunos todavía imaginan con encantadores de serpientes y vacas sagradas bloqueando el tráfico (que también, no nos engañemos, pero ahora con una app para esquivarlas)… resulta que tiene un «pequeño» as bajo la manga: unos cuantos cientos de millones de jóvenes con ganas de comerse el mundo, y parece que el menú incluye chucrut y sushi como aperitivo.

Alemania y Japón: Del «Deutschland über alles» al «¿Dónde hemos aparcado el futuro?»
Mientras Alemania seguía puliendo el último tornillo de su eficiencia legendaria (tan legendaria que a veces se atasca en su propia burocracia) y Japón debatía el ángulo perfecto para la próxima reverencia diplomática que disimulara su estancamiento crónico, parece que un elefante (con turbante, portátil y una startup bajo cada pata) ha entrado en la cacharrería del PIB mundial.
La noticia es clara: India no solo va a adelantar a estos dos gigantes dormidos, sino que su PIB combinado será como la calderilla que India encuentre en el bolsillo de su nuevo traje de superpotencia. ¡Zas, en toda la boca! Uno casi puede oír el crujir de los bretzels y el lamento silencioso de los samuráis financieros. ¿Se imaginan las reuniones del G7? «Bueno, India, ¿te importa si nos sentamos un poquito más cerca de ti? Es para que se nos pegue algo, ya sabes…»
Los «Expertos» y sus Bolas de Cristal (Recién Pulidas)
Los economistas, esos seres místicos que viven en un Olimpo de hojas de cálculo y gráficos de barras que solo ellos entienden (o fingen entender), han hablado. Y cuando hablan, o tiembla el parqué o nos echamos unas risas. Esta vez, apuestan a que la tierra de Gandhi, el yoga y los call centers que te solucionan la vida (o te la complican más, según el día) va a poner en su sitio a las locomotoras de ayer.
Claro que, estas predicciones son como el horóscopo: divertidas de leer, pero si aciertan es pura casualidad cósmica. Aunque, viendo el percal, uno empieza a pensar que quizás esta vez la bola de cristal no esté tan empañada. La demografía, la ambición y una capacidad para el «jugaad» (innovación frugal, para los no iniciados en el sánscrito empresarial) que ya quisieran muchos, son armas poderosas.
¿Y ahora qué? ¿Oktoberfest con Samosas? ¿Sumo con movimientos de Bollywood?
Imaginen la escena: Angela Merkel (o su holograma sucesor) intentando aprender a bailar el Bhangra para la próxima cumbre del G20 (o G1, si India sigue así). O los ejecutivos japoneses cambiando el sake por un lassi de mango para cerrar tratos, mientras intentan descifrar por qué sus robots Asimo no previeron esta jugada. Las fábricas de coches alemanas podrían empezar a producir rickshaws de lujo con tapicería de cuero bávaro y motores que funcionen con energía de cúrcuma. ¡Las posibilidades son tan infinitas como hilarantes!

Así que, mientras los analistas ajustan sus gafas de pasta y rehacen sus proyecciones por enésima vez, nosotros nos preguntamos: ¿será este el inicio de una nueva era donde el «Bollywood Dream» sustituya al «American Dream» (que ya bastante tiene con sus propios líos)? ¿Deberíamos ir comprando acciones de empresas de especias y software indio antes de que sea demasiado tarde?
Una cosa es segura: el panorama económico global se está poniendo más picante que un vindaloo olvidado en la nevera. Y nosotros, desde este humilde rincón digital, solo podemos decir: ¡que alguien pase las palomitas (y quizás un antiácido)! Porque este espectáculo promete. Y mucho.
P.D.: Si algún alemán o japonés se ha ofendido, que se tome una tila. O mejor, un chai latte. Es lo que se lleva ahora.